Introducción de la corriente de Educación Clasicorrealista en España

Coyuntura en la que se plantea el Posgrado

Constatamos que la gran mayoría de los centros educativos apuntan hacia dos corrientes pedagógicas.

En primer lugar, está muy difundida la corriente romántico-idealista de la Educación Nueva: es decir, la educación constructivista defendida por la actual reforma educativa. Se trata de una perspectiva emotivista y anti-intelectual que considera que el estudiante lleva en sí la semilla del conocimiento, y que lo construye autónomamente en base a su representación subjetiva de la realidad.

En segundo lugar, está la corriente mecanicista (“la letra con la sangre entra”), que ve al alumno como un ente pasivo. Consideramos que la disyuntiva entre la educación nueva y la mal llamada educación ‘tradicional’ es un falso dilema.

Tenemos en mente una propuesta educativa que se sale de los actuales esquemas y que se apoya en las bases realistas del pensamiento aristotélico-escolástico. La educación clasicorrealista defiende la importancia del asombro y la belleza de una instrucción y de una transmisión de la cultura y la ciencia basada en la realidad y la verdad.

Pensamos que hace falta plantear la educación, ya no como una mera herramienta al servicio de un proyecto político o social, o reducida al adiestramiento en unas competencias técnicas. Entendemos el colegio como un claustro de estudio y la universidad como un templo del saber.

Entendemos la educación desde la teleología de la persona, pensamos que la acción educativa debe plantearse como la búsqueda de la perfección de la que es capaz la naturaleza humana. Defendemos una educación en la que se enseña a los jóvenes a leer, a escribir, a pensar y a expresarse oralmente y por escrito, con criterio y con soltura. Defendemos una educación en la que importan los modales porque son expresión del orden interior. Pensamos que el esfuerzo es compatible con el placer de aprender.

El Posgrado ofrecido por la Fundación CLE surge en un contexto educativo español caracterizado por: 

• Una fiebre generalizada por la innovación como símbolo de progreso y modernidad y por métodos que no están basados en las evidencias científicas.
• La uniformidad de la oferta en la escuela concertada y privada debido a los criterios de los ránquines educativos.

Una reforma educativa que se caracteriza por lo siguiente:

• Bajada generalizada del nivel educativo y devaluación del esfuerzo y del mérito.
• Promoción de igualdad de resultados, no de oportunidades.
• Devaluación del conocimiento a favor de un enfoque competencial.
• Eliminación de los indicadores objetivos de medición del aprendizaje.
• El alumno, al “llevar en sí la semilla del aprendizaje”, construye su aprendizaje.
• El sentimiento y las emociones son la vara de medir de la realidad, por lo que su papel está sobredimensionado.
• Predomina el uso de las pantallas y un activismo pedagógico en todos los cursos escolares; lo que motiva es la actividad externa (estímulos frecuentes e intermitentes), no interna.
• El fin de la educación es amoldar al alumno para que encaje en un proyecto social y político.
• La ignorancia tiende a convertirse en un valor social.

Un mundo cada vez más tecnocrático y ultra especializado que da valor a las destrezas y a las competencias técnicas, pero que ha perdido de vista la unidad de los saberes, especialmente los que nos remiten a lo que significa ser humano.

Un mundo educativo que ha dejado de ser guardián de lo mejor de los saberes heredados en Occidente durante siglos.